Han pasado ya muchos años,
el tiempo se evapora, se diluye,
el camino se va haciendo corto
y ya, en el otoño ya recibiendo,
se añora la fuerza ya gastada,
se balancea el futuro cercano.
Se pasó la juventud ya lejana
la que dejó la niñez bloqueada,
la que no dejó ninguna huella,
y la madurez llega sin llamarla.
Con las hojas ya muy resecas,
los pasos se van mermando,
sin ni siquiera estar preparado,
evocando los buenos momentos
y dejando atrás los añorados.
Y ya son sueños a corto plazo,
que hagan el bienestar diario.
Y ya solo importa el día a día,
y ya respirar es un gran regalo.
En el tramo final de la vida,
importa apartarse de lo malo,
importa que cada instante,
sea como el último en dejarlo.
Rosa María Villalta Ballester
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