Caricias de deseo y sin llegada,
ese fuego que jamás se formaba,
ese juego sin normas ni victorias,
ese dejar cuyo cese provocaba.
Deseo, fuego, volcán, en activo,
no existe escondite ni refugio,
cada rincón es un placer cautivo,
cada instante, un sentirse vivo.
Y descubrir en cada recoveco,
especial sensación y gran deseo,
sin retorno, sin pausas, sin tiempo,
dejando al roce su provecho,
provocando la chispa sin freno,
degustando el placer del momento.
Rosa María Villalta