(imagen de mi autoría: jardines de Peterhof San Petersburgo)
Y aunque no quería, he vuelto a pasar un nuevo verano. Y aunque no lo planeé, he estado visitando un lugar lejano a donde me hallo.
Y es así como van pasando las estaciones, los años, los momentos.
Es así cómo se siente angustia, alegría, tristeza, calor humano o rechazo. Y quizás haya oportunidades para aprovechar que no realizamos por estar inmersos en un pensar, en un esperar a que algo cambie sin saber concretamente qué y sin hacer nada.
Y así van pasando los años, las circunstancias, los temores, las dichas y las penas. Y vuelta de nuevo a otro septiembre donde se comienza otro nuevo ciclo, ya sea curso escolar, trabajo, relación, ...
Vivimos tan inmersos en la rutina que no nos damos la oportunidad de hacer algo diferente que nos permita una percepción, un sentir, un pensar diferente hasta ahora.
Y así, estoy de nuevo angustiada ante el inicio de un nuevo curso, como cada año, como tras cada período vacacional. Y de nuevo, como si de un colegial se tratara, siento la angustia y el desespero ante la entrada a un nuevo lugar de trabajo. Y, de nuevo, angustia de sentirme incapaz, de tener que relacionarme con personas, de pasar de un larga temporada estival a la obligación de tener que cumplir y presentar cosas en un determinado momento.
Y aunque no quería, he cumplido un año más simplemente pasando, existiendo, admitiendo, asumiendo.
Y aunque no lo admitía, reconozco que el verdadero problema, el fondo de todo no es la rutina, ni la vuelta a ella. Es algo mucho más profundo y nuclear como la inseguridad, el miedo, la desconfianza, esos pilares, que si ceden y no existen, hacen la vida del ser humano un verdadero infierno.
Aunque no lo admitía, me equivoqué con el paso de tiempo; ahora admito mi error para no pasar en vano el tiempo.
Rosa Mª Villalta Ballester