Mi querida madre,
éste es el último mes del año, último mes que ya no podemos compartir. Quisiera estuvieras conmigo como siempre hemos hecho.
Has dejado un inmenso vacío, una oquedad inmensa que nada ni nadie puede llenar.
Ya no soy la misma. No puedo serlo.
Tras tu marcha, se han desencadenado acontecimientos demasiado desagradables que han hecho de mi vida un infierno. Al menos, ya no estás aquí para sufrirlos.
Se me hace extremadamente difícil seguir sin ti, sin tu presencia, aunque no nos viéramos casi viviendo en la misma casa. Pero sabía que estabas, que eras. En cualquier momento entrabas para expresar que no entraba pues siempre estaba acostada.
Mi querida madre, echo de menos tus llamadas de teléfono el no poder llamarte y comunicarme contigo pues no nos era posible hacerlo de forma presencial.
Solo sé que siento que hayas descansado de tanto sufrimiento, que no lo merecías. Ahora solo deseo que no dejes de darme tu mano, que continúes hablándome aunque sea en la distancia, que no deje de sentir tu presencia y que no dejes de proporcionarme ese sosiego que solamente tú sabías proporcionar.
Madre, desde allá desde donde estés, dame aliento, dame luz. No me abandones en este dolor y esta oscuridad tan desagradable.
Ya han pasado cuatro meses y no me acostumbro a estar sin ti. Tú eras mi norte y mi calma. Ahora ya vago sin rumbo y desesperada.
Rosa María Villalta Ballester
Conmovedora carta. No me atrevo a decir nada más.
ResponderEliminarUn abrazo enorme para ti, Rosa María
Hay mucha valentía en compartir sentimientos tan personales y esa conexión tan especial con tu madre. Los tiempos de aceptación ante una pérdida tan sentida no tienen una medida exacta y solo puedo desear que cuando lo hagas, ese final cambie para bien.
ResponderEliminarUn beso dulce Rosa.