(fotografia tomada por mí)
Cuando comencé esta aventura, creí que resultaría más fácil, que tras los muchos errores cometidos, acertaría más en las decisiones.
Y no es así. La vida es un continuo aprendizaje que no cesa, en donde no se deja de errar, de acertar, ..., de aprender.
Quizás, haya cambiado mi visión de este viaje, no de su finalidad, sí de su perspectiva. Empecé creyendo algo objetivo; y no es mas que una aventura fantástica, en donde hay partes inconexas, no reales, fruto de mi deseo de salir adelante.
Y aunque en muchas ocasiones ha habido desequilibrio, inestabilidad, desorientación, confusión e incluso paradas, continúo este mi viaje que no tiene destino alguno que no sea adquirir confianza y seguridad.
A través de los caminos elegidos o no elegidos, se aprende a confiar o desconfiar, a continuar o parar, a elegir o dejar ir.
No elegir, dejar pasar, es elegir también; es una "elección forzada" por la indecisión, inseguridad, desconfianza que prosigue con el miedo y la consiguiente paralización.
Pero una cosa es no elegir por miedo y otra muy distinta dejarse llevar por la auto compasión, el lamento, la queja, el "pobre de mí". Existen situaciones donde no saber cómo actuar, qué elegir, qué hacer. Y existe la posición de que otros tomen la decisión que he de hacer yo en mi camino, en mi vida, no ser la responsable de mi vida.
Desde luego, estoy segura que cada persona podría hacer su propia queja, su propio lamento, su propio "pobre de mí" pues no creo que exista persona que no se queje por algo que no ha conseguido o no tiene y desea conseguir o tener.
Este viaje se ha tornado muy difícil porque ha habido un giro de trescientos sesenta grados respecto a la auto compasión. A veces, siento ser esa niña que necesita protección y que se le diga lo que ha de hacer y decir, esa necesidad de no tener que ser mi propia adulta que le indica a la niña que está ahí, que no le va a fallar. Y aparece la rabia, la ira, la frustración. ¿Y para qué me sirve? Para nada. La frustración no es sino una inmensa barrera que obstaculiza el camino y que se ha de eliminar.
La frustración no es sino la rabia contenida, pertenece a algo pasado; no es presente. Y si algo he aprendido a lo largo de los años, es a salir de ese pasado, a no quedarme en él, a manejarlo sin que me obstruya el presente. O, al menos, eso es lo que he intentado e intento.
Aquello que es pasado, no recuerdo meterlo en mi maleta. Y, sin embargo, lo he portado en mi mochila, porque es algo que no se puede abandonar. Porque el pasado nos marca, nos determina. Pero no nos domina o no debiera dominarnos.
Mi mayor barrera ha sido quitar el peso del pasado; porque por mucho que se intente "olvidar", hay un pasado que nos marca y que no es posible borrar. Sí es posible hacer que en el ahora estar ahora y no estar en el ayer. Y eso, nadie más que yo, nadie más que uno mismo, puede hacerlo.
Liberarse de los malos momentos vividos es algo voluntario. Y, desde que emprendí este viaje, estoy dispuesta a vivir cada paso que estoy dando.
La frustración quizás sea posible evitarla, dejándose llevar por el momento presente, intentando cosas que jamás se ha experimentado, porque siempre es el momento idóneo para hacerlo. La idea de que "ya es tarde" que siempre me ha acompañado es algo que hay que desechar. "Ya es tarde" es quedarse en el ayer dejando el ahora. Y, aunque sigo creyendo en que "ya es tarde", continúo en el empeño de liberarme, de ser yo sin ese "ya es tarde".
Ya es tarde para muchas cosas porque el tiempo no pasa en balde; pero nunca será tarde para saludar este ahora que nos acompaña.
Ya es tarde para recomenzar; pero no es tarde para continuar.
Ya es tarde para no cometer los errores que cometí; pero no es tarde para intentar no volver a cometerlos.
Ya es tarde sí, para cosas que me perdí; pero no es tarde para percibir que el ahora me acaricia y puedo darle las gracias.
Ya es tarde para decir "te quiero" a quien ya no está y no se dijo; pero no es tarde para expresarlo ahora a quien está a tu lado.
Y, aunque ya sea tarde para volver a empezar, no es tarde para continuar.
Quizás sea ya tarde, pero quizás sea mejor tarde que nunca.
Rosa Mª Villalta Ballester.